Gigoló, un trabajado cada vez más deseado
A principios de los años 80, Richard Gere no era todavía una estrella de Hollywood, aunque estaba en el camino para serlo. Algunas buenas películas, principalmente como secundario, y papeles en seriales, le habían colocado como un candidato a ser uno de los grandes galanes en la nueva década. Pero fue el director Paul Schrader quien le consiguió el papel que le lanzaría a la fama en su filme American Gigolo. Una película arriesgada y que provocó cierta controversia en su momento al tratar un tema que parecía auténtico tabú en Hollywood: la prostitución masculina. En esta película, Gere se metía en la piel de Julian, un gigoló que satisfacía los deseos carnales de mujeres ricas para poder pagarse sus vicios y sus lujos. Atractivo, encantador y narcisista, aquel trabajo le iba como anillo al dedo para sufragar sus caros vehículos y su adicción a las drogas, algo terriblemente común en la época. Aquella producción sirvió para lanzar a Gere al estrellato y colocarle como uno de los actores más prometedores de su generación.
El papel fue ofrecido anteriormente a Christopher Reeve, que venía de ser Superman, y a John Travolta, quien ya contaba con ese estatus de estrella. La negativa de ambos llevó a los productores a fijarse en el atractivo de Gere, y no se equivocaron. Tras aquella película, el actor fue encadenando éxitos hasta que una década más tarde, las tornas cambiaron, y pasó de ser el amante profesional a ser el cliente en la famosa Pretty Woman. Aquella comedia romántica marcaría un hito en el cine y también lanzaría la carrera de otra gran estrella, Julia Roberts. Resulta cuanto menos interesante estudiar la forma en la que la prostitución, tanto masculina como femenina, se reflejaba en esos dos filmes, que muchos considerarían las dos caras de una misma moneda. American Gigolo es un thriller y tiene poco de romántico, mientras que Pretty Woman es casi un cuento de hadas. ¿Sucede así en la vida real? El tabú de la prostitución masculina sigue muy vigente, pero los nuevos tiempos están trayendo también nuevos aires, y este trabajo cada vez es más popular.
Hombres que satisfacen a mujeres
La manida teoría de designar la prostitución como el trabajo más antiguo del mundo ya suena casi a cuento de viejas, pero es cierto que no va tan desencaminada. Desde que el ser humano vive en sociedad, el trabajo sexual ha sido una constante en todas y cada una de las civilizaciones, aunque con prismas muy diferentes, eso sí. Actualmente hay un mayor aperturismo sexual en la sociedad, y entender el sexo como puro placer ya es algo habitual, más allá de las connotaciones éticas o morales.
Sin embargo, cuando se habla de sexo como negocio todavía quedan muchas barreras que saltar. Si la prostitución femenina sigue en el punto de mira, la masculina está prácticamente desahuciada, y no se le presta atención. Es cierto que, en comparación, son muchos menos los hombres dedicados a este oficio. Pero existen, y cada vez están obteniendo mayor visibilidad, incluso con un toque de glamour en lo que hacen.
Un oficio muy bien pagado
La prostitución ha sido tradicionalmente un sector marginado e incluso perseguido, ya que enfrenta el negocio con la ética y la moral. Sin embargo, dentro de un sistema capitalista como el nuestro, parece que el dinero siempre pesa más, y aunque sea de forma clandestina, el trabajo sexual se ha mantenido allá donde cualquier hombre buscaba un poco de placer. Ellos son los principales clientes de este sector, en una abrumadora mayoría. Pero en las últimas décadas, las mujeres también han encontrado su lugar como clientela, pagando buenas sumas de dinero a hombres normalmente jóvenes y atractivos. Ellos las acompañan a cenas o eventos, les dan conversación y cariño, y por supuesto, también tienen relaciones sexuales, aunque en muchos casos este no es el fin último de los servicios. Eso también los diferencia de las prostitutas femeninas, más habituadas a poner el sexo en el centro de sus acciones.
Como en cualquier otro mercado, las exigencias las marcan la oferta y la demanda. Los clientes habituales de las prostitutas saben que tienen muchísimas opciones a las que acudir, y eso hace también que los precios sean más económicos. Los gigolós pueden presumir de estar en un club mucho más selecto, así que sus tarifas pueden ser más altas. También dependerá del tipo de mujeres que busquen, ya que no siempre aspiran a las más ricas o poderosas. Sin embargo, es habitual que un gigoló pueda compaginar su trabajo con otro negocio, a tiempo completo o parcial, y tener esos servicios como un extra. Además, las mujeres que les contratan suelen ser muy fieles y seguir confiando siempre en el mismo profesional, cuando saben que hay cierta confianza. Eso hace que sus ingresos también sean más altos por la recurrencia de sus servicios.
Qué cualidades debe tener un gigoló
Hasta ahora todo pinta genial, ¿verdad? Un trabajo en el que nos pagan por hacer compañía y tener sexo con mujeres ricas, y que nos permite obtener altos ingresos. Evidentemente, la parte moral de todo este asunto también pesa. Los gigolós pocas vecen reconocen que lo son abiertamente, ya que es un trabajo que genera muchísima polémica. Tener sexo a cambio de dinero sigue siendo un gran tabú para muchos, aunque es cierto que la visión que se tiene de la prostitución femenina es, por desgracia, aun peor. La cultura nos ha mostrado a los gigolós como hombres atractivos, con carisma, bien vestidos y cultos, casi como las escorts de lujo, pero en versión masculina. ¿Son así realmente todos estos profesionales? Desde luego, para ser un buen gigoló debes contar con muchas cualidades especiales. El atractivo físico es una de las indispensables, aunque también es cierto que puede llegar a ser muy subjetivo.
Más allá de la belleza natural, los gigolós se cuidan, van al gimnasio, se mantienen en forma y suelen llevar un look muy formal, con el pelo y la barba siempre arreglados. Visten bien, ya que en muchas ocasiones deben acompañar a estas mujeres a lugares públicos donde la elegancia es un requisito indispensable. Y poseen igualmente un trato perfecto para con las mujeres, caballeroso, cercano y cariñoso, casi siempre con un punto de picardía. Esa sensualidad debe ser también destacable en estos hombres, porque muchas mujeres los buscan solo por y para el sexo. De hecho, a muchos gigolós les pagan por ser buenos amantes.
La doble vida de los prostitutos
Hemos hablado mucho sobre gigolós y prostitución masculina, pero hemos obviado que también existen los chaperos, amantes homosexuales que son contratados por los hombres. Estos prostitutos también tienen mucho trabajo, ya que los clientes homosexuales suelen ser incluso más habituales que la clientela femenina. Sin embargo, los gigolós están a otro nivel en cuanto a ingresos, y también en cuanto a estatus, en la mayoría de ocasiones.
Eso no impide que a la hora de la verdad, la mayoría oculten lo que hacen de cara a la sociedad, para no verse señalados. La discreción es otro de los factores indispensables en su trabajo cotidiano, ya que sus clientas no quieren verse expuestas. Por eso, un gigoló llevará habitualmente una doble vida, con un trabajo más “normal” y estos servicios, que serán su verdadera fuente de ingresos.